La palabra Rito se ha definido como el conjunto de normas y costumbres vividas para el culto religioso (cf. RAE, 2019), por lo que comúnmente se reduce este concepto al ámbito litúrgico, es decir, a las tradiciones litúrgicas. Sin embargo, es mucho más amplio, pues abarca también a los aspectos disciplinares, espirituales y teológicos de una tradición eclesial.

Es un término, entonces, analógico, que se puede aplicar a una forma litúrgica (rito maronita, rito mozárabe, etc.), a una Iglesia «sui iuris» (iglesia de rito maronita, iglesia de rito latino, etc.), a un sacramento (rito del bautismo, rito del matrimonio, etc.), a un gesto (rito de la postración, rito de la paz, etc.), etc.

Entendiéndose como una palabra análoga, tomamos la definición que da el Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium: “el rito es el patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinar, distinto de la cultura y de las circunstancias históricas de los pueblos, y que se expresa en el modo de vivir la fe propia en cada Iglesia «sui iuris»” (CCEO 28).

Los ritos así definidos traen su origen en seis principales tradiciones: romana, alejandrina, antioquena, armenia, caldea y constantinopolita (estas cinco últimas están disciplinadas por el CCEO mientras que la romana por el CIC). Estas tradiciones hallan sus raíces cristianas en las cinco históricas sedes patriarcales (o Pentarquía): Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén.

Todos lo ritos, en su conjunto, muestran la catolicidad de la Iglesia indivisa de Cristo (cf. LG 23) y son una hermosa complementaria que enriquece a todos lo fieles.

En cuanto al rito maronita, podemos decir que pertenece a la tradición siro-antioquena y es el patrimonio propio de la Iglesia Maronita; en él resalta, entre otros, el uso del arameo –el idioma que habló nuestro Señor Jesucristo–, la tensa esperanza en la Segunda Venida de Cristo, el amor a la Madre de Dios, y la veneración al Romano Pontífice.