La Santa Iglesia llama a todos sus hijos a prepararse para la Navidad, porque es la aurora de sus fiestas y el centro de sus esperanzas.

Así que prepárense practicando actos de arrepentimiento, ayuno y abstinencia, y ofreciendo oraciones al Señor de las misericordias y Dios de todo consuelo, para que tenga piedad de la humanidad que sufre y se atribula por su distanciamiento de Dios, como sucedió en los días de los hijos de Israel, cuando el profeta Isaías se levantó cantando desde lo más profundo de su alma: «Destilen, cielos, el rocío de lo alto, derramen, nubes, la justicia, que se abra la tierra y germine la salvación, y que, a la vez, brote la justicia. Yo, el Señor, lo he creado» (Isaías 45, 8).

Basada en esta esperanza, la Iglesia celebra una novena de preparación a la Navidad, que incluye oraciones reverentes e himnos melancólicos, despertando en el alma el espíritu de fe, esperanza, amor y otras virtudes cristianas.

Y con nuestra madre, la Santa Iglesia, rechazar y prohibir todas las elevaciones que giraban en torno al misterio de la divina Encarnación, y creemos con fe firme que el Verbo Eterno, segunda parte de la Santísima Trinidad, nacido del Padre en un nacimiento eterno e inseparable, que tiene una esencia con el Padre, es él mismo descendiente de la suspensión de su gloria, se encarnó en el vientre de Nuestra Señora la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, y se hizo un ser humano como nosotros, con dos naturalezas y dos voluntades perfectas unidas en una hipóstasis: la hipóstasis del Verbo divino.

Debemos preparar nuestras almas, adornar nuestro corazón con las flores de las virtudes y purificar nuestras conciencias con la pura confesión, para que el Verbo Encarnado pueda entrar en nosotros, como sucedió con el milagro de su Santísima Madre. Nos acercamos al banquete de salvación para comer de Él con fe y anhelarlo con esperanza y unirnos a Él en amor en este mundo, a fin de que merezcamos disfrutar de la gloria eterna junto con Él. Amín.



Fuente: maronitas.org