Epímaco era conocido en Alejandría por su adhesión a la religión cristiana. El gobernador Sabino lo arrestó. Al no obtener dinero de él, ordenó encadenarlo y arrojarlo a una prisión oscura por mucho tiempo, siendo paciente y devoto de la oración para que Dios le concediera la bendición del martirio.

Luego lo sacaron de la cárcel y después de infligirle diversas clases de torturas, mientras tenía paciencia, lo arrojaron en una palangana llena de cal fresca, así su alma pura se desbordó y ganó el martirio en el año 250.

En cuanto a Gordiano, era un juez pagano. Julián lo envió a Roma, donde conoció a un sacerdote llamado Jenaro. Escuchó sus sermones sobre el honor de la religión cristiana y la sublimidad de sus enseñanzas. La gracia tocó su corazón e iluminó su mente, así creyó en Cristo, junto con su esposa y cincuenta y dos de sus parientes, el sacerdote después de enseñarles las reglas de la fe los bautizó.

Juliano estaba muy enojado y destituyó a Gordiano de su trabajo, y lo reemplazó por Calman, quien lo acusó. Lo convocó y le ordenó sacrificar a los dioses, y declaró abiertamente su fe en Cristo. Ordenó que lo azotaran. Finalmente le cortaron la cabeza y fue coronado con el martirio. Entonces los cristianos vinieron por la noche y lo enterraron en el santuario donde anteriormente habían sido colocados los restos del mártir Epímaco.

Eso fue en el año 362.

En cuanto a su esposa Marina, el juez la condenó a trabajos forzados, ella no vaciló en su fe, y así cumplió su martirio y se unió a su marido en el reino celestial.
Sus oraciones están con nosotros. Amén.


Fuente: maronitas.org