Estos dos mártires eran ermitaños en el desierto de Egipto, y fueron llevados ante el emperador Juliano, quien los llamó y comenzó a adularlos y amenazarlos para que no creyeran en Cristo. Al principio Chipre le obedeció y negó la fe, pero Patromosio permaneció firme en su fe y comenzó a reprender al rey por su incredulidad, y reza por su compañera y la regaña por su postración, llorando frente a ella.

Por lo tanto, Chipre quedó muy conmovido y fortalecido, y la gracia divina volvió a ella. Gritó diciendo: “Yo adoro a Jesucristo, no al siervo emperador Juliano”. Entonces el rey ordenó que les cortaron la lengua y los echaron a los dos juntos en un horno caliente, y oraron en medio del fuego, a salvo de todo daño, por el poder de Dios. Por eso, un soldado llamado Alejandro declaró que era cristiano, así que lo metieron en el horno con ellos, pero no sufrió daño. El rey se enojó y ordenó que los decapitaran. Recibieron la corona del martirio en el año 362.

Sus oraciones con nosotros. Amén.


Fuente: maronitas.org