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La intemporalidad en la imagen cristiana

La imagen cristiana es un valor de verdad, transparencia y trascendencia. Es una obra que se lee más que se disfruta. Su valor es ético antes que estético. Permite el encuentro entre el mensaje y el espectador–actor en el momento real del acontecimiento representado, que se ha hecho eternamente presente.

#maronitas

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth

Publicado el 17 de diciembre de 2022


Una cosa es el arte cristiano y otra la imagen cristiana. Las obras más famosas de la civilización cristiana fueron fruto del Renacimiento y de los movimientos que le siguieron, desde el clasicismo hasta el barroco y el estallido extravagante del rococó. Los temas cristianos que representan a Cristo y a la Virgen, a los santos y a los apóstoles, fueron revisitados por Miguel Ángel y Rafael, inspirándose en los patrones clásicos del repertorio antiguo. Para ello, necesariamente tuvieron que alejarse de los cánones iconográficos de la cultura cristiana.


La mirada de San Marcos interpela al espectador, convertido en actor del "presente absoluto" de este fresco siríaco medieval de la iglesia maronita de San Teodoro de Behdidet ©Amine Jules Iskandar
La mirada de San Marcos interpela al espectador, convertido en actor del «presente absoluto» de este fresco siríaco medieval de la iglesia maronita de San Teodoro de Behdidet ©Amine Jules Iskandar

La verdad


El arte cristiano se basa en la noción de re-presentación de la Verdad, en cuanto que la hace presente. Para evitar el carácter subjetivo de la belleza, la identifica con la verdad. Basándose en la filosofía griega, asocia, según este planteamiento, lo bello, lo bueno, lo justo y lo verdadero, lo que dará a la belleza su carácter universal.


Para la filosofía, la Verdad es absoluta, y para el cristianismo, es el Absoluto, es decir, lo divino. Por tanto, no es concebible ninguna representación de lo sagrado al margen del principio de veracidad. Esto implica autenticidad frente a la superfluidad. Cada elemento, cada detalle de la representación debe estar dotado de un significado. No puede introducirse para embellecer o rellenar el espacio. Conlleva un significado y un mensaje que le dan su razón de ser en la narrativa general. Porque la imagen iconográfica no es para disfrutarla, sino para leerla como un texto. El paisaje de fondo está ahí para referirse a un acontecimiento concreto y definir su escenario y circunstancias.


Cada personaje de la escena tiene un papel específico. El vestido, la planta, la roca, una montaña, un monasterio lejano o un edículo que domina la escena... todo está ahí para llamar y hacer presente el acontecimiento y sus actores, incluido el propio espectador. Este último los encuentra en el tiempo del presente absoluto.


#sancharbel
En "La visita de María a Isabel", el podio del edículo de María tiene un punto de fuga diferente al del edículo de Isabel. Es la llamada perspectiva aberrante, que sitúa la escena fuera del lugar y del tiempo, reproduciendo el acontecimiento en un presente perpetuo. Icono del taller maronita de Chipre

La filosofía de las ideas


Para intentar comprender esta concepción cristiana del tiempo, pensemos en Henri Bergson, que la confronta con la filosofía de las ideas. Esta último dominaba, y aún domina, el pensamiento pagano. Para el paganismo, el objeto es tridimensional, y el tiempo es sólo un fenómeno externo a él. La acción del tiempo, como elemento extraño, sólo puede conducir a la degradación del objeto. Es necesariamente perjudicial. Para el cristianismo, en cambio, el tiempo es la cuarta dimensión, inherente al objeto o la persona en cuestión. Por tanto, es una fuente de enriquecimiento, ya que es un constituyente del mismo. Cuanto más dure su acción, más constructiva y positiva será su contribución.


El pagano se resiste al tiempo, lo niega, lo rechaza, lo combate y lo borra. Las esculturas grecorromanas son inmutables y eternamente jóvenes. El paganismo moderno florece en ciertas formas excesivas de cirugía estética y botox. Un San Antonio, en cambio, un San Simeón el Estilita o un San Chárbel están adornados con arrugas que dibujan en sus rostros los tesoros de la sabiduría y los esfuerzos realizados con el paso del tiempo. Este último encarna su camino hacia la excelencia y la santidad. Es su vehículo hacia la Verdad y lo Absoluto.


La perspectiva aberrante


El rostro en sí no lleva los signos de la decadencia por el tiempo, sino las huellas del enriquecimiento. Los ojos están siempre abiertos, porque son la luz del alma, pero también una mirada hacia el espectador. La pintura iconográfica es cualquier cosa menos narcisista. A diferencia de las ricas pinturas del Renacimiento, se resiste a ser una obra en sí misma. No es autosuficiente. El icono necesita al espectador para completarse. El espectador forma parte de la escena. Para construir sus perspectivas, el Renacimiento colocaba puntos de fuga en el cuadro. El icono, por su parte, ha establecido su punto de fuga en el espectador, lo que implica una verdadera ósmosis y un encuentro en un presente intemporal.


La imagen cristiana se sitúa fuera de todo tiempo (Uchronos) y fuera de todo lugar (Utopos). Durante mucho tiempo se consideró que los defectos formales de los iconos bizantinos eran el resultado de un escaso dominio de las nociones de perspectiva. Sin embargo, esta ciencia era conocida, al igual que las matemáticas, la física, la geometría y la astronomía. Pero los artistas desplazaron intencionadamente los puntos de fuga, generando distorsiones del espacio para proyectarnos en el Utopos, fuera de cualquier lugar temporal. Lo que parecía aberrante en la imagen distorsionada era en realidad una invitación a una dimensión espacial donde el tiempo es el presente perpetuo.


#maronites
En la Capilla Sixtina, el Cristo del Juicio Final de Miguel Ángel está representado como un Apolo de la antigüedad pagana. Es el concepto de representación invertida. ©Foto de la página web www.hérodote.net

Un lugar de acogida


La imagen es el lugar donde se acoge lo divino. No es un fin en sí mismo, como objeto de deleite o satisfacción. Su principal cualidad es la transparencia. También el artista se aparta para dejar espacio a la trascendencia en el encuentro con el espectador convertido en actor. Este último completa la composición. En él se sitúa el punto de fuga de la perspectiva y hacia él converge la mirada. Las cualidades estéticas de la obra residen ahora en su valor ético. En este último criterio se basan los principios de la imagen cristiana. Exige transparencia para la obra y para el artista, así como fidelidad a la narrativa original, evitando todo elemento superfluo. Los adornos insignificantes, las decoraciones gratuitas y las muestras de virtuosismo se sustituyen por elementos que transmiten significado.


Si en la antigüedad pagana, los dioses buscaban experimentar los placeres de los hombres en toda clase de goces físicos, para el cristianismo, es el hombre quien dedica su vida a tratar de alcanzar a Dios. En las artes grecorromanas las representaciones de las divinidades se inspiraban en seres humanos eternamente jóvenes, y fueron estos modelos los que se retomaron para los temas cristianos durante el Renacimiento italiano. Desde un punto de vista teológico, se trata de la llamada representación invertida, en la que es Dios quien está hecho a imagen del Hombre, y no éste quien está creado a imagen de Dios.


La imagen cristiana es un valor de verdad, transparencia y trascendencia. Es un lugar donde se acoge al Absoluto. Es una obra que se lee más que se disfruta. Su valor es ético antes que estético. Su alteridad sustituye al narcisismo reductor. Permite el encuentro entre el mensaje y el espectador–actor en el momento real del acontecimiento representado, que se ha hecho eternamente presente.


La imagen cristiana no es necesariamente un icono o un cuadro de tema religioso. Cualquier pintura, cualquier película, cualquier representación, siempre que sean portadoras de sentido, siempre que privilegien los valores éticos sobre las ilusiones estéticas, siempre que privilegien el mensaje sobre el entretenimiento, es una imagen con dimensión cristiana. Este mensaje tiene entonces un valor universal, que trasciende las fronteras del espacio y el tiempo.

 

Para leer el texto original en francés: L’intemporalité dans l’image chrétienne



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