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El «Codex Rabulensis» (2/3)

Desde la composición general hasta las más pequeñas viñetas marginales y la fisonomía de los apóstoles, el Codex Rabulensis codificó los modelos de la imaginería cristiana y definió sus cánones iconográficos.

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth

Publicado el 28 de enero de 2024


El Codex Rabulensis, manuscrito siríaco-maronita del año 586 d.C., estableció, o codificó, modelos de composición y representación que serían respetados hasta bien entrado el Renacimiento. Su importancia radica no sólo en su fecha precisa, que sirve de referencia para otros manuscritos cristianos, sino también en el hecho de que estableció los cánones iconográficos del mundo cristiano.


La fisonomía


Este manuscrito definió la fisonomía de los apóstoles que volveremos a encontrar en la Edad Media, en las iglesias del Líbano y en todo el mundo cristiano. Marcos y Lucas están pintados en la flor de la vida, Mateo es un anciano, escribe Jules Leroy. El Codex Rabulensis es, pues, el testimonio más antiguo de una iconografía que se perpetuaría en el siglo X en el arte de Armenia y de la vecina Georgia.


En el Líbano del siglo XII, en San Teodoro de Behdidet, encontramos todavía a Marcos en la flor de la vida y a Mateo como un anciano. Ambos están enmarcados por arcos sobre columnas y tienen sus nombres inscritos en siríaco vertical en sus nimbos. Los apóstoles pintados en esta iglesia están nimbados, lo que les da un aire hierático cristiano. Sin embargo, en el Codex Rabulensis, algunas figuras sentadas conservan posturas clásicas heredadas de la antigüedad romana.


En este manuscrito, el mundo cristiano y el pagano se yuxtaponen. Algunas de las figuras son cristianas, mientras que otras, vestidas con togas romanas, son claramente paganas. Al mismo tiempo, asistimos a una revolución artística que destierra la tercera dimensión en favor de un mundo espiritual atemporal y bidimensional. Y en consonancia con los valores del cristianismo, la herencia del pasado, lejos de abolirse, se reivindica y se carga de nuevos valores.


Simbolismo


El simbolismo cristiano es extremadamente rico y se nutre de un vasto repertorio iconográfico inspirado en el mundo pagano. Es una profusión de imágenes de animales y plantas que representan la vida de Cristo, mediante un proceso de transposición cristiana de la antigua simbología del pensamiento pagano.


Por ejemplo, dice Jules Leroy, que el gallo es una alusión a la negación de San Pedro, utilizando una abreviatura frecuente en los libros armenios, donde la parte se toma como el todo. La oveja, del mismo modo, hace referencia al Buen Pastor. En cuanto al ciervo, aislado o saciando su sed en un manantial, nos remite al texto del Salmo 41: Como el ciervo sediento clama por agua viva, así mi alma se dirige a ti.


La paloma está cargada de variados simbolismos. A veces evoca al Espíritu Santo, a veces el concepto de descanso espiritual. En otras ocasiones, remite a la historia del diluvio (Gn 9, 8) o al bautismo de Cristo (Mt 3, 16). El tema pagano de la lucha entre el ibis y la serpiente es una referencia a la victoria de Cristo sobre los poderes de la muerte. Por último, el cesto de pan o fruta es una alusión al culto eucarístico.


Mientras que estas viñetas resumen la vida de Jesús y están relacionadas con el texto, las plantas y los pájaros, diseminados aleatoriamente por la composición, no tienen realmente nada que ver con la narración. Esta costumbre recuerda la tradición pagana de decorar las bóvedas y cámaras funerarias fenicias o romanas con elementos terrenales que alegran el ambiente y le devuelven la vida. Veremos la reminiscencia de esta costumbre en la arquitectura libanesa de los siglos XVIII y XIX, tanto en la escultura como en la pintura mural.


Las grandes composiciones


Además de las páginas de texto en magnífica escritura estrangelo y los folios de las Tablas de Concordancia, El Codex Rabulensis  presenta composiciones dignas del arte del fresco. Son siete. Se trata de la Virgen María (folio 1 V°), la elección de Matías (folio 1 R°), Amonio y Eusebio (folio 2 R°), la Ascensión (folio 13 V°), la Crucifixión y Resurrección (folio 13 R°), Pentecostés (folio 14 V°) y Cristo entronizado (folio 14 R°). También en este caso, estas escenas aportan información sobre los cánones estéticos de composición.


Para la elección de Matías (folio 1 R°), tenemos un templo compuesto por los elementos naturales, con el verde para la tierra y un arco azul para el cielo. Este arco está coronado por un frontón sostenido por pesadas columnas, en contraste con la ligereza de los arcos de los Cánones de la Concordia. Los apóstoles, vestidos a la romana, sin halos, están dispuestos en círculo, con sus nombres escritos a su lado en siríaco estranghilo vertical, como en el texto central.


La composición que representa a Amonio y Eusebio (folio 2 R°) es idéntica a la de los Cánones de Concordancias. Sin embargo, sustituye los arcos gemelos por un baldaquino triangular, flanqueado también por aves: dos magníficos pavorreales. Amonio de Alejandría se vuelve hacia la izquierda para conversar con Eusebio de Cesarea, que lleva un rollo de pergamino. Estos dos personajes fueron los primeros en convertir los cuatro Evangelios en un Evangeliario.


Composiciones en dos registros


La ilustración del folio 13 R° muestra una composición en dos registros, con la crucifixión en la parte superior y la resurrección en la inferior. La puesta en escena es simétrica, con elementos libres y vivos. En el registro superior, la cruz de Cristo constituye el centro de la composición. El registro inferior recuerda la lógica del cómic. El sepulcro, que constituye el centro de la simetría, divide el cuadro en tres escenas: en el centro, la apertura del sepulcro; a la izquierda, las Miróforas; y a la derecha, la aparición de Cristo resucitado a las santas mujeres.


También en dos registros, la Ascensión (folio 13 V°) es una de las escenas más conocidas del Codex Rabulensis, ya que ha servido de ejemplo para varios iconos y frescos maronitas modernos. En el registro superior, Cristo aparece en una mandorla sostenida por dos ángeles y coronada por las alas de querubines salpicados de ojos y las ruedas del carro de Ezequiel. Las alas revelan el tetramorfo o los cuatro atributos evangélicos: el león de San Marcos, el águila de San Juan, el toro de San Lucas y el hombre de San Mateo.


En el registro inferior, la composición respeta la simetría de la parte superior. María está en el centro, flanqueada por dos ángeles, cada uno de los cuales se dirige a un grupo de figuras. En el primer plano del grupo de la derecha, reconocemos los rasgos iconográficos de San Pedro, mientras que a la izquierda, en primer plano, distinguimos a San Pablo gracias a su aspecto calvo y barbado. Estos detalles pueden parecer insignificantes, pero caracterizan el patrimonio cristiano en general y el maronita en particular. Han sobrevivido a los siglos, desde el año de gracia 586 hasta nuestros días, como prueba de un patrimonio vivo que ya no puede ni debe ignorarse.


 

Para leer el texto original en francés: Le Codex Rabulensis (2/3)



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