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El «Codex Rabulensis» (1/3)

El Codex Rabulensis es el manuscrito en miniatura más antiguo datado con certeza. Sirve de referencia para datar otras obras cristianas que han perdido el colofón que menciona su fecha. Este evangelio siríaco ha viajado a través de los siglos, del monasterio de San Juan de Beit-Zogba al patriarcado maronita de Ilige, luego a Qannoubine y, por último, a la biblioteca de los Médicis en Florencia.

Codex Rabulensis, folio 6 R°, Canon con tres arcos. © Biblioteca Medicea Laurenziana
«Codex Rabulensis», folio 6 R°, Canon con tres arcos. © Biblioteca Medicea Laurenziana

Por: Dr. Amine Jules Iskandar

Syriac Maronite Union-Tur Levnon

Asociado de maronitas.org

Escrito para Ici Beyrouth

Publicado el 21 de diciembre de 2024


Es uno de los manuscritos emblemáticos más importantes del patrimonio cristiano mundial. El Codex Rabulensis está fechado el 6 del mes de shvot (febrero) del «año 897 de Alejandro» (586 d.C.), como indica claramente su colofón, y ahí radica uno de sus principales intereses. Este evangelio siríaco, que viajó de San Juan de Beit-Zogba al patriarcado maronita de Ilige, luego a Qannoubine y finalmente a la biblioteca de los Médicis en Florencia, es un tesoro de la historia del arte.

 

Un tesoro artístico


Sirve de referencia para datar manuscritos de todas las tradiciones cristianas. Su estilo, su programa iconográfico, la forma de representar las figuras y los temas y sus composiciones han servido de ejemplo para posteriores creaciones artísticas cristianas en todo el mundo cristiano, ya sean miniaturas, iconos o frescos a gran escala.


Probablemente no sea el ejemplo más antiguo, pero sí el manuscrito en miniatura más antiguo datado con certeza. Las obras armenias, griegas, latinas, coptas y siríacas que han perdido el colofón que menciona su fecha se sitúan en el tiempo en relación con esta valiosa referencia.


El Codex Rabulensis es un manuscrito completo de 292 hojas escritas en dos columnas de 20 líneas. Es un tetraevangelio que mide 33 cm de alto por 25 cm de ancho. Compuesto en lengua siríaca y escrito en magníficos caracteres estrangelo (n. del tr.: la más antigua y clásica de escritura siríaca) de forma cuadrada monumental, anunció, ya en el siglo VI, el repertorio iconográfico cristiano que iba a ser respetado tanto en Oriente como en Occidente.

 

Origen


Fue el monje siríaco Rabula quien dirigió el equipo de artistas que trabajaron en este tesoro iconográfico. Fue él quien lo fechó y firmó su colofón, mencionando también su lugar de origen, el monasterio Mor-Yohanon (San Juan) de Beit-Zogba, probablemente en la región antioquena, donde confluyen los mundos siríaco y helenístico.


El evangelio de Rabula reaparecería en la Edad Media en la sede patriarcal maronita de Nuetra Señora de Ilige, en Monte Líbano, probablemente a través de Kfar-Hay. En 1441, tras las interminables incursiones de los mamelucos, la sede patriarcal fue trasladada a Nuestra Señora de Qannoubine, junto con su biblioteca y archivos. El Codex Rabulensis permaneció allí hasta su traslado a Europa durante las campañas organizadas por los eruditos del Colegio Maronita de Roma en los siglos XVII y XVIII. Actualmente se encuentra en Florencia, en la Biblioteca Laurenciana Medicea, bajo el código Laur. Plut. I,56.


En el siglo XVIII, el erudito Esteban Evodio Assemani, de Hasroun, lo estudió con traducciones e interpretaciones latinas. Con ello, inició las primeras investigaciones sobre el manuscrito y sobre otras obras orientales que él mismo había transportado a Italia y que había clasificado e indexado.


Desde un punto de vista puramente histórico, el manuscrito se enriqueció aún más con las notas marginales formadas por estratos posteriores. En las páginas escritas e ilustradas en el año 586, encontramos textos añadidos a lo largo de la Edad Media por los patriarcas maronitas. Estas inscripciones, repartidas a lo largo de varios siglos y que van del siríaco al garshuni, mencionan a seis patriarcas, entre ellos Daniel III de Hadshit (1278-1282), Jeremías III de Dmalça (1282-1297), Juan XI de Gege (1404-1445), Santiago III de Hadat (1445, 1468), Pedro VI de Hadat (1468-1492) y Simeón V de Hadat (1492-1524).


Iconografía


En el Codex Rabulensis, las páginas dedicadas a la palabra escrita contienen el texto siríaco de los Evangelios en su versión simple conocida como Peshitto. Los folios reservados a las ilustraciones contienen, como elemento principal de la composición, las Tablas canónicas. A ambos lados, en el centro de los márgenes, se encuentran las viñetas que ilustran los principales episodios de la vida de Cristo. También en los márgenes, por encima y por debajo, encontramos una extraordinaria variedad de imágenes de animales y plantas, lo que convierte al Codex Rabulensis en el único manuscrito icónico de este tipo. Habría que esperar hasta el arte armenio del siglo XII para ver tal profusión de imágenes decorativas, ya que los pintores bizantinos sólo utilizaron esta práctica ocasionalmente, entre los siglos IX y X.


El Codex Rabulensis contiene veintiséis folios ilustrados con cánones de concordancia o con grandes composiciones que ocupan láminas enteras y se asemejan, por su tamaño, a la estética de los frescos.

Arcadas


Una serie de arcadas sobre esbeltas columnas decora las hojas del Codex Rabulensis . Esta composición se utiliza tanto para los caracteres como para las listas numéricas que indican las concordancias entre pasajes de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Fue el obispo Eusebio de Cesarea quien tuvo la idea de colocar los números junto a sus correspondientes, formando así lo que se conoce como «Tablas canónicas» o «Tablas de concordancia».


En el caso de las historias narradas por sólo dos de los evangelistas, obtenemos una composición con dos arcos, mientras que cuando el acontecimiento es relatado por todos los evangelistas, vemos un diseño con cuatro arcos. La correspondencia más común, sin embargo, se refiere a tres evangelistas y da lugar al triple vano que Esteban Evodio Assemani y el Colegio Maronita de Roma sacaron a la luz en el siglo XVIII, generando una influencia artística que se manifestaría más tarde en la arquitectura libanesa.


El simbolismo de estas arcadas adquiere una dimensión especial en las composiciones figurativas. Las figuras quedan así aisladas en este modelo arquitectónico, que las sitúa en un espacio intemporal maravillosamente descrito por Jules Leroy en su obra Les Manuscrits syriaques à peintures (Manuscritos siríacos con pinturas), publicada por el Instituto Francés de Arqueología de Beirut. Para Leroy, el carácter sagrado de la arcada, que confiere «al hombre de una nueva dignidad al situarlo en un ámbito distinto al del común de los mortales, justifica el uso que se hace de ella en los Cánones para señalar la excelencia del texto sagrado, al que sirven de pórtico solemne».


Este modo de representación, que abarca tanto ilustraciones como listas numéricas de los Cánones, se convirtió en el estereotipo de mosaicos, frescos, manuscritos e iconos. Todavía hoy se encuentra en los frescos de los ábsides maronitas tradicionales y modernos.

 

Para leer el texto original en francés: Le Codex Rabulensis (1/3)

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